No permitas que lo negativo sea más importante Cuando hablamos de emociones, es bastante común que inmediatamente pensemos en emociones negativas. Esto se debe a que asociamos la palabra emoción a eventualidades que, de alguna u otra forma, dejaron huella en cada uno de nosotros. El cerebro se aferra a estas emociones mientras refuerza nuestra capacidad de reacción ante futuras situaciones parecidas. Las emociones negativas resaltan por habernos hecho sentir de determinadas maneras: tristes, impotentes, incapaces, entre un sinfín de sentimientos más o menos similares. Lo que sucede es que, sin notarlo, establecemos una dinámica de sumisión, o resistencia, ante lo ocurrido. Nos cuesta tanto despegarnos de los recuerdos dolorosos, que omitimos aquellas emociones que nos hicieron sentir bien en momentos distintos de nuestras vidas. De manera que, inconscientemente, le restamos importancia a una parte fundamental de nuestro crecimiento como personas: las emociones positivas.