Oí llorar a unos niños, después los vi. Eran hombres, mujeres y niños, medio desnudos, empujados por rifles, y recibían golpes en la cabeza y en la espalda. Mientras los miraba, de repente oí un grito aterrador seguido de un disparo y vi cómo caía una niña por la ventana de un altillo. Se desplomó sobre la nieve, como un pájaro muerto. Alicia Appleman-Jurman Alicia Applemanjurman tenía nueve años cuando los soviéticos ocuparon Buczacz (Polonia) durante dos años y causaron la muerte de su hermano Moshe. En 1941, los alemanes invadieron la ciudad y en sus «acciones» (tal como se conocían las detenciones en masa) fueron asesinados su padre y tres hermanos más. Estos acontecimientos y otras experiencias de gran impacto para una niña la llevaron a la determinación de sobrevivir y luchar por su dignidad. Al final de la guerra, tras haber escapado a la muerte en varias ocasiones, decidió contar la historia de los miles de judíos polacos y ucranianos que murieron (los historiadores modernos apuntan a un plan preconcebido de hambrunas sistemáticas por parte de alemanes y soviéticos contra las poblaciones polacas y ucranianas, fueran judías o no) para que su experiencia no se viera silenciada. Pero no fue hasta 1982 cuando pudo cumplir su promesa de escribir Alicia, la historia de mi vida. Con esta narración vivida, trágica, extraordinaria pero también extremadamente esperanzadora, Alicia Appleman-Jurman se une a los más potentes testimonios del Holocausto, en la línea de Eli Wiesel, Primo Levi y Alina Frank. En 1989 estas memorias recibieron el premio Christopher en reconocimiento a sus elevados valores espirituales, el mismo que le fuera concedido al Nobel rumano Elie Wiesel en 1987.