Como sucede con muchos de sus congéneres de la generación del setenta, la obra de José Ángel Cuevas está tan preocupada por la poesía misma, como por los avatares políticos de su patria. Chile es un país que ha sido dicho por la poesía, más que por ningún otro arte. Desde su amado y odiado Premio Nobel Pablo Neruda, hasta la actualidad, con poetas que siguen reinventando su lenguaje, su forma de afirmarse en una tradición poderosa y comprometida. Todo esto aparece en "Autobiografía de un ex-tremista". Es particular leer la prosa de Cuevas: ágil, certera, honesta, trascendental y cotidiana a la vez, repleta de escenas muy vívidas, perfumes, lugares, personas. Y es particular leerlo / escucharlo (su voz pareciera resonar en la música de cada párrafo, en sus giros más orales) contar su travesía existencial. El libro está estructurado en tres partes, que responden a las décadas del setenta, ochenta y noventa, y que podrían a su vez definirse como la breve esperanza que significó para el poeta de la Unidad Popular, seguida de la horrorosa desilusión con el avenimiento del Golpe Militar. Cuevas cuenta su peripecia y a su vez narra la de Chile ("El absurdo chileno. Irse a Valparaíso y llegar a Curicó. Ir camino al socialismo y llegar a la dictadura militar / capitalista feroz de 17 años", dirá). Historias cruzadas que le permiten a su vez mapear la poesía chilena de esos treinta años y llegar casi hasta hoy. Su voz proviene del mismo bar, de la misma calle, de la misma barriada donde la historia y el poema se estaban haciendo.