Gabriel, un muchacho que se halla en un momento de encrucijada en su vida, vive en Madrid, ciudad que a veces le fascina y que otras aborrece, mientras desarrolla su trabajo en el Museo de Ciencias Naturales, proyecta aventuras literarias con dos de sus amigos, el amable Óscar y el cáustico Curto, y tiene una relación con una mujer mayor que él, inteligente y difícil, que le presiona para que se vayan a vivir juntos. De cuando en cuando se refugia en Aranjuez, con su tío Moncho, un viejo vitalista que bordea los ochenta e ironiza con lucidez sobre la vida moderna. Un día, mientras pasea a solas por los jardines del Real Sitio, Gabriel lanza un mensaje dentro de una botella a las aguas del río, en un intento por compartir con quien pudiera encontrarlo y leerlo –aun sin llegar nunca a conocerse- el anhelo que él siente por algo más grande y auténtico que no acaba de encontrar en su vida cotidiana. Ese mensaje encontrará su destinatario, en un momento de grandes cambios que traerán a la vida de Gabriel nuevos encuentros, nuevas posibilidades, aunque suponga también la pérdida de personas que durante un tiempo le fueron muy cercanas. Sucesos y seres que van y vienen, expectativas que nacen, puertas que se abren y se cierran, aproximaciones y lejanías configuran una trama cambiante que va revelando y ocultando significados mientras el tiempo realiza su labor constante, inexorable, cubriendo, como una pátina, la memoria de las cosas. La vieja imagen de un beduino que espera a reemprender su travesía, un temprano trabajo de infancia que ha permanecido con él desde entonces, se convierte para Gabriel en un símbolo de sus propios anhelos, de lo mejor de su pasado y también de los retos que de continuo su vida le va planteando.