Esta obra es fruto de un trabajo colectivo que exigió la consulta, el balance, la discusión y la concertación pedagógica de perspectivas y propuestas. Surgió de un proceso de reflexión responsable que conjuga las exigencias de la práctica educativa y la indignación teórica. También es el resultado de un proceso de creación didáctica a partir de las necesidades y experiencias del aula. En la primera parte, se define lo que se llamaría la actitud crítica como una postura de cambio frente a las diversas prácticas de lectura que se dan en la vida cotidiana. En segundo lugar, se conceptualiza la lectura crítica, delimitando su relación con los requerimientos propios del mundo universitario en la era de la globalización, en el que se ha reconocido un texto de crisis de la formación humanística. Al reconocer que no basta leer para sobrevivir o para tener, pues al acto de leer perdería su horizonte de sentido, se asume que la formación para la lectura crítica va más allá de un enfoque formativo y evaluativo por competencias, aunque no lo excluye totalmente. Por eso en la tercera parte, se proponen once estrategias para la formación del lector crítico. Cada una se ilustra con un ejemplo y se diseña como una actividad para el estudiante. No se trata de un ejercicio que reemplace todo el espectro mental que se despliega durante la actividad de la lectura crítica, sino más bien de que sea un potenciador de la misma.