Coriolano, una de las obras más políticas de William Shakespeare, ha sugerido en el mundo contemporáneo interpretaciones antagónicas. Sin embargo, no es un teatro de ideas, sino de personajes y caracteres. Es, quizá, la última tragedia de su autor y, como tal, refleja los rasgos más característicos del Shakespeare maduro y universal, al tiempo que manifiesta una singularidad en el plano estético e intelectual que la convierten en su obra más inquietante: T. S. Eliot la consideró, junto a Antonio y Cleopatra, su mejor logro artístico.