Todavía sufrimos esta fugacidad de la palabra. Encaramados a la transparencia de juegos que a nadie importan esperando a un amigo (a) que pueda definir a golpes. Si es posible, si algo le interesa, esta negligencia de errar a mordiscos, devorando a regañadientes la artificialidad del canto sin música y la retórica fuera de todo compromiso. Todavía enjuagamos el sudor en camisetas percudidas y jeans bambas comprados en alguna feria fronteriza… Y estrangular los verbos, a la luz de tales menesteres, no parece gran cosa.