La reflexión sinuosa, delicada y punzante que atraviesa estos ensayos da cuenta de una disciplina de la tensión; todavía más, de una lógica indócil, de una forma de desatar el pensamiento -crítico y poético- ante el comercio -transparente y ansiolítico- que obra en la comunicación, donde el sujeto, bajo las formas culturales que van desde el uso de la palabra al consumo de imágenes, la representación política y la mistificación identitaria, mora de manera frágil y acomodada. De ahí que la disgresión y el rodeo permanente supongan en el registro escritual de "Cualquier hombre es una isla" una exploración fuera de lugar: un pathos por los restos, curvas y caídas, por las polaridades irresueltas, por la decantación de lo insignificante, por el desembalse más allá del sentido común. Una forma garabateada, un secreto, una textura al centro de una fotografía, la desublimación del alma y del amor, una zapatilla lo mismo que un verso de Vallejo, un poema de Brodky o Eguren, un Comentario de Garcilaso, un apunte filosófico de Rancière y un nudo lacaniano son las latitudes en las que estos ensayos reunidos de Mario Montalbetti se detienen como quien (de)mora ante lo que no que se puede sobrepasar, pero una vez alcanzadas cambian todo; pretexto de lugar, este último, donde la certidumbre no tiene dominio, donde todo está permitido, donde quizá el hombre ya no está.