Desde su irrupción en el panorama literario mexicano, la poesía de Aridjis deslumbró por la energía y los brillos -a veces nocturnos, a veces de mediodía- de sus ritmos y cadencias. Una poesía amorosa y a la vez fuerte, dueña de un extraño magnetismo y de cierta delicadeza. Ahora aquella voz ha llegado en forma espléndida a su madurez; evoca la ciudad tenebrosa, sus encantos y todas sus infamias, y crea una poesía de aliento exaltado y redentor.