Asmodeo; diablo hediondo, diablo feo. Entre estas páginas y en cualquier lugar, ronda Asmodaeus, exhalando como bestia su mugre y su furia, su olor a peste. Demonio nauseabundo que ansía muerte. Acechando a su presa para sentirse vivo, pervirtiéndose en la piel y la sangre, masturbándose en la carne; y es que toda la lujuria le pertenece, la erección corrupta donde brota el semen. “Los delirios de Asmodaeus” relatan la crudeza certera en la que el individuo se pierde en su demonio y deambula en su realidad; salvaje, tímido y traicionero como quiltro ensimismado, por debajo, como las serpientes, para llegar al clímax y ensuciarlo todo, porque no hay nada más importante que el placer, el único sentido y el más puro fin, y Asmodaeus sí que lo sabe... Lo sabe bien. Asmodeo; diablo hediondo, diablo feo. Manuel Torcido