El Discurso sobre las ciencias y las artes es premiado por la Academia deDijon en 1750 y doce años después Rousseau escribirá: 'cuando menos lo pensaba, me volví autor casi a pesar de mí mismo. Es sencillo concebir cómo el atractivo de un primer éxito y las críticas de las malas lenguas me pusieron de un golpe en carrera'. En un mundo que ya empezaba a conocerlo, Rousseau no solo se convierte en autor, sino en autor consagrado. La tesis del Discurso galardonado es audaz, sobre todo en un contexto de exaltación de la ciencia y del conocimiento como es el siglo XVIII: el establecimiento de las ciencias y las artes no ha contribuido a depurar las costumbres, sino a corromperlas.'Las Ciencias, las Letras y las Artes despliegan guirnaldas de flores sobre las cadenas de hierro que pesan sobre los hombres, acallan el sentimiento de aquella libertad original para la que parecían haber nacido, les hacen amar su esclavitud y dan lugar a lo que se llama pueblos civilizados'. Falsa virtud y, en consecuencia, falso progreso. En 1750, Rousseau reclama una forma de virtud inspirada en un ideal clásico, el de la Esparta guerrera, el de la Roma republicana. La virtud que requiere Rousseau, aquella que resulta incompatible con el progreso de la civilización, es una virtud política que favorece el lazo social y la pertenencia comunitaria.'
"Texto necesario"