¿Debe el arte de vanguardia mantenerse al margen de los valores y creencias insertos en la cultura de lo cotidiano? ¿Tienen los artistas avanzados que ser siempre los adversarios simbólicos del ciudadano corriente? Estas cuestiones han dominado, y paralizado, el mundo del arte moderno, particularmente en los últimos años, cuando todo lo que se ha percibido como elitismo e imposición de cánones del gusto ha sido atacado desde todos los frentes. En este libro estimulante, un destacado historiador muestra cómo los lazos entre el arte avanzado y la moderna cultura de masas siempre han sido muy fuertes, incluso necesarios para ambos. Thomas Crow se centra en la continua interdependencia de estos dos fenómenos, aportando variados ejemplos que van del París de mediados del siglo XIX a los más recientes revivals del arte conceptual en los años noventa. El argumento de Crow recorre una serie de episodios vívidamente descritos: Jackson Pollock es atraído al mundo de la moda por su primer patrón; Andy Warhol pone un pie en el de los sentimientos provincianos en su obra definitiva de los años sesenta; Sturtevant, una artista audaz, se gana la incomprensión y la hostilidad general al volver las tácticas del arte pop contra los propios pintores pop (veinte años después será reivindicada por una nueva generación de artistas); la sofisticada pintura de Gerhard Richter converge con las obras de aficionados basadas en fotografías; Gordon Matta-Clark busca en edificios en ruinas la materia prima de su escultura; Ross Bleckner redefine su pintura de los años ochenta a través del kitsch funerario y decadente de la América de la era victoriana; y Christopher Williams crea un arte conceptual de nuevo cuño con mapas mentales proporcionados por la industria turística. Del estudio de estos y otros muchos casos resulta un tipo nuevo y fresco de teoría cultural, ya no impuesta a los artistas desde fuera, sino hecha desde dentro de la práctica artística.