Nadie quería dejar a Marta sola aquella tarde; pero, por unas cosas o por otras, todos habían salido. Fue entonces, cuando la pequeña subió a jugar al desván y encontró un baúl que su tío Walter había enviado desde Italia mucho antes de que ella hubiese nacido. Marta se moría de ganas de abrir aquel misterioso baúl… Los niños son curiosos por naturaleza, pero no debemos mirar con malos ojos esta característica, gracias a ella, descubren el mundo que les rodea, se relacionan con los demás,… en definitiva, crecen y desarrollan su personalidad. También es cierto que ellos carecen de información que los adultos sí tienen, y que una curiosidad exagerada puede acarrear problemas. Por lo menos, así le ocurre a la protagonista de esta historia que, por empeñarse en abrir aquel baúl, tendrá que resolver, con habilidad, inteligencia, rapidez y espontaneidad, una … «increíble y delicada situación». Tal y como ya es habitual en la prosa de Frank Baum, el tono del relato, además de ser fresco, destila una suave ironía. Y junto con su genuino humor, las dosis de realismo y fantasía que el autor conjuga a la perfección, convierten este cuento en una lectura divertida salpicada de detalles que nos invitan a la reflexión. Iván Prieto despliega aquí buena parte de su capacidad para generar imágenes a partir de sus conocidos collages pintados sobre papel. Utiliza un repertorio, contenido pero eficaz, de recursos compositivos para dar luz a un texto clásico que exigía ir más alla de la simple iluminación de las palabras. Por eso juega con los encuadres en un tratamiento escenográfico casi teatral, aunque de evidente base narrativa, que resulta el mejor complemento para un texto visual con un alto grado de abstracción en la concepción de espacios y figuras. Texto de L. Frank Baum, en versión castellana de Paco Liván Ilustraciones de Iván Prieto