Estaba enfermo, mortalmente enfermo por tan larga agonía, y que cuando por fin me desataron y me dejaron sentar me pareció que iba perdiendo toda sensación. La sentencia la temida cadena a muerte fue lo ultimo que llegó a mis oídos con un acento claro. Después, el sonido de las voces inquisitoriales pareció fundirse en un murmullo soñoliento e indeterminado, que le daba a mi alma la idea de algo que gira, tal ves por que la fantasía lo asociaba con el susurro de una rueda de molino.