El último de la estirpe, el volumen más reciente de Fleur Jaeggy, reúne veinte intensos relatos donde la emotividad latente pugna por resquebrajar la atmósfera gélida y silenciosa, onírica y, también, brutalmente realista que los envuelve. Mientras que algunos cuentos son bellísimos homenajes a Oliver Sacks, Joseph Brodsky e Ingeborg Bachmann, otros establecen un diálogo susurrado con animales (un gato ante su presa, un pez del acuario de un restaurante) o con objetos: esculturas, retratos que cobran una vida apócrifa, una raíz de mandrágora maldita... Sin embargo, el grueso de la obra lo componen historias que dibujan el devenir de personajes perversos o trágicos, amenazadores o desvalidos: el último vástago de una estirpe ahora en decadencia, una joven obsesionada por una amiga trastornada o una joven ciega que se convierte en guía de una visita a Auschwitz.