Mientras todo el estadio entonaba Pibe, Pibe, Pibe… Maradona se quitó la camiseta de Argentina, se enrolló en el cuello, entró al campo de juego, le pidió al árbitro el balón y cuando salió el último aficionado, se sentó sobre él, solitario en el centro de la cancha, mirando el tablero de marcadores que le repetía de manera inmisericorde: cinco a cero, cinco a cero, cinco a cero… ya la luna se despedía de la noche y él aun mascullaba…