Siempre existió la tentación de prescindir de la política. Pero la condición básica para la explicación de la democracia consiste precisamente en asimilar las reglas y aceptar los resultados. Sólo así la lucha política pierde el carácter de guerra entre facciones o de continuos compromisos. No se puede escapar de está lógica: de lo contrario, contraponiendo la sustancia a la forma, sería preferible una buena tiranía a una mala libertad.