Tener El Principito en las manos es una conexión directa con la infancia, para muchos fue un libro de lectura obligatoria en la escuela. Muchos lo leímos sin entender la profundidad que encierra su mensaje. Su trascendencia y fama mundial es bien merecida porque es un cuento que con palabras sencillas nos deja aprendizajes de vida, nos habla de la naturaleza humana con sus virtudes y defectos. El Principito narra las aventuras que vive el protagonista desde que sale del Asteroide B-612, su casa, hasta encontrarse con el aviador que inicia la Historia. En su camino ha conocido varios planetas y a sus extraños habitantes. Cada planeta tenía sus anécdotas y cada personaje con el que se encontraba, representa un adulto con serios problemas. El principito no entiende porque estos adultos actúan como lo hacen y sigue buscando respuestas incansablemente hasta haber llegado a la Tierra. Cada persona puede encontrar sus propios significados y darle un sentido distinto pero lo que es seguro es que es una crítica a la sociedad, a los adultos, a la perdida de imaginación... Se aplaude al autor que supo hacer simple una cosa tan difícil, una representación de lo que muchos adultos son. Habla de la avaricia, del egocentrismo, y pecar de sabio. Ojalá todos pudiéramos crecer pero sin dejar de ser niños. Crecer sin dejar de ver las cosas a través de esos ojos limpios, con hambre de respuestas y sin prejuicios.