En el vínculo que cada época establece con los muertos de generaciones pasadas vuelven a formularse una y otra vez las mismas preguntas: ¿qué mundo nos han legado? ¿Qué vida nos espera en este mundo? ¿Cómo las generaciones pasadas surcaron los caminos que nos aguardan? El horror exterminador deja como huella el imperio de la ausencia fatal, la instituida para ejercer el dictado de lo siniestro sobre la esperanza. Débil es el instante en que se nos aparece iluminada la evidencia cuya contemplación no forma parte de nuestras posibilidades. Es el relámpago en que hacemos patente lo que el mundo nos dice sobre cómo cambió, cómo se endureció. Cómo el punto de partida de cualquier espera se extiende y limita alrededor de una expresión tan indefinida como inalcanzable, tan necesaria como desmesurada: ínunca más! (vuelve a decir cada generación) y en semejante e ínfimo pero a la vez infinito deseo reside el reclamo de la promesa renovada hacia cuya invocación concurre el presente libro.