En vida constituye tal vez la apuesta de estilo más alta de Haroldo Conti. Historia urbana hasta el hueso, existencial al modo de El pozo de Onetti y de El extranjero de Camus, narra el desencuentro entre el individuo y su contexto, una ciudad que se le vuelve ajena, hostil. Caminarla, viajar en sus colectivos y en sus trenes, confundirse con la multitud, extraviarse sin rumbo, es añorar un tiempo idílico en el que la infancia y el aire campero devienen en una melancolía corrosiva. Las calles son las mismas que unas décadas atrás anduvieron los poseídos arltianos. Pero a diferencia de aquellos, ni Oreste ni sus compinches del vino, la madrugada y las grescas vislumbran una causa, un complot. Más bien entregados a la caída, se refocilan en la pendiente.Sin compasión, Conti retrata tanto la ciudad como a sus marginales, esos seres que recalan perdedores en una oficina piojosa del Pasaje Barolo, en los boliches del Bajo y en los rancheríos vecinos al río. Un gesto típico de la ficción de