Viajero estable y rutinario intrépido, lector de jardines y paseante de bibliotecas, García Martín hace realidad sus navegantes sueños infantiles para vivir en primera persona la jovial camaradería y las soledades marítimas. Siempre solo y siempre acompañado, de la mano de Borges o Pessoa, de Botas o Calvino, poco parece im portarle estar en Venecia o en Aldeanueva, en Nueva York o en Avilés. Siempre dispuest