Estos ensayos tienen el confesado propósito de derruir ciertas máximas edificadas para que el juez no conociera, a su manera, sino de la manera como el príncipe quería que lo hiciera: ¡nadie puede hacer prueba con su propio dicho!; ¡no escuches a un niño, porque su declaración no es fiable!; ¡las copias son eso, meras reproducciones que carecen de valor probatorio!; ¡el mejor dictamen es el que rinde un perito designado por el juez!; ¡duda del testigo si las partes no dejaron rastro documental de la obligación! Vaya pléyade de prejuicios, Romper con ellos os harás libres.