Juega a anotar, recorta, ordena la prosa de estos poemas, reflexiones del desamor que buscan detenerse en la imagen de lo incomprensible: “trazos que nunca son seguros, en los que siempre falta algo para su total significación”. Las escenas de despedidas y los conflictos suspendidos sobre ellas se disponen paralelas a accidentes, anécdotas, lecturas, datos azarosos imantados por una ausencia. Destaca entre estos elementos la interpretación de la conducta de los animales como un contrapunto que interroga por lo instintivo, sopesa la naturaleza del daño en aquel enervado constructo que son las parejas, pues: “Alguien se apura en preparar una ofensiva hablándonos de amor”. Es así que signos, normas y sistemas instrumentales parecieran ser rasgaduras, “señales falsas” que desorientan el deseo. En Espacios en blanco la extensión del reflejo animal a lo humano y la conjetura de las convenciones frente a una suerte de vida espontánea reiteran que el lenguaje en que nos confiamos no es suficiente, ni las cosas que rondaron una comprensión íntima bastan ya, arruinadas o a contraluz de la emoción que las margina.