“El mundo es un acopio de inherencias perfumadas de presagio, el susurro revelado de comienzos bajo páginas de lluvia, participio futuro de los blancos preámbulos del cuerpo y sus frutos de otoño. Te hablo de comienzos en París y del pincel avieso de sus posos, las conservas de aire como souvenir olvidadas en alguna parte de la respiración fluida y el gozo de tus besos, llovidos de sol como cúpulas fulgentes de Monmartre. Te hablo del futuro y del presente, de los ángeles que acunas en mis noches de insomnio, cuando esparcen en la niebla esas imágenes y no avisto las lunas de tu dermis en los solares vacíos. Luego te hablo tras del sueño en realidades, nuestro piso en esta misma calle, París, como todo buen comienzo. De paseos por el Parque de los Pinos, del aire de Sevilla, sus baños árabes, las premisas inherentes del latido y el amor sin plazo…”