A veces, entre tanta calle, tantos malos sueños, tanta melancolía retorcida; a veces, entre tanto sentir, tanto razonar, tanto recordar, tanto indecidirme de todo, tanto pensar en Usted (en él, en ellos) desdibujado; a veces: todas mis multitudes se detienen, se callan, despiertan de su histeria estresante y vacía. Y escucho aquel sonido irreal. La propia naturaleza, la intimidad orgánica, que se desliza por los oídos como el fluido tibio de nuestro reflejo.