La lectura juega la ronda de darse la cita. Simula entonar los cantos de cuna, de adolescencia, de la mujer mistraliana. El sendero de infancia es un camino de espinas, como todo EL SENDERO. No hace más que diferir, postergar, la realización del goce: aplazar el disfrute, más o menos prohibido, del cumplimiento del encvuento. Redatar -hasta decir basta- la fecha reciytada del apóstrofe. El goce y el dolor son diferidos por el canto, ciertamente, habría que subrayar. Incluso cuando el romance parece descirgar, uno a uno, de dos en dos, dos veces y una tercera, los pétalos. ¿Cuántos pétalos son? ¿Cuántas hojas hay que deshojar?