La identidad latinoamericana y las reflexiones sobre nuestro ser jamás encontrarán una respuesta en la metafísica. El ser latinoamericano ha existido, existe y existirá fermentándose siempre en nuestra cotidianidad sensible, pues no hay identidad sin cercanía material, sin objetos queridos, sin lugares amados, sin espacios habitados, sin autorreconocimiento estético. Lo que somos está plagado de texturas, de aromas, de sabores, de formas y entornos. que se desarrollan a la par de nuestra vida. Desde allí el hombre se forma y se construye, se refleja y se proyecta en un aprendizaje siempre propio y discontinuo. Partiendo de este convencimiento, nos hemos arriesgado con el presente trabajo a responder por fin la esquiva pregunta heideggeriana: ¿qué es el ser?... Sin lugar a duda, ¡el ser es "lo sencillo"! Solo basta con internarnos en El camino en el campo para develar, desde un diálogo muy propio con el filósofo de Todnauberg , lo que siempre quiso decirles y mostrarles a las filosofías modernas carentes de carne, huesos, texturas y entornos: que el ser es la relación sublime del hombre con todo aquello que cuida, protege, mantiene, ama y habita.