Horario Mall

Camilo Norambuena Madariaga · Oxímoron

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Reseña del libro

Entras al mall y ves vitrinas llenas de productos, el neón de la publicidad que te avisa que ahí está eso que necesitas o bien que ahora te das cuenta que deseas. Caminas por esa pureza blanca, simétrica, donde te sientes seguro que aquí puedes comprar. El trabajador del horario mall no. Ve mucho más. Ve que detrás hay reponedores, personal de aseo, guardias. Camilo Norambuena te lleva mampara adentro y te presenta esa intimidad, desde el inicio, como todo trabajador en su que entra al sistema por primera vez. Es cierto, nadie parte sabiendo. Pero este novato aprende rápido, se sabe parte de esta gran cadena del trabajo, desde costureras en Asia hasta él mismo, un muchacho que aguanta nueve horas de pie cinco días a la semana, donde la amabilidad es parte del trabajo, donde se puede equivocar una o dos veces, pero no más. Un trabajo que le exige al cuerpo que se vaya adaptando a la exigencia del horario mall, en que las luces y el aire acondicionado borran las horas y el clima, y para cuando termine la jornada laboral, en doce horas más se debe volver a estar ahí para empezar otro día de atención a público. Un público absolutamente desagradable, que exige deferencia, trato preferencial, que el vendedor se esfuerce en ser merecedor de que el dinero se gaste aquí. Gente que cree que el valor de la prenda que compra incluye la servidumbre de este trabajador. Nadie viene aquí a hacer amigos. Nadie está aquí por gusto. Solo se está aquí por el dinero. El mal te da un sueldo, pero te priva de todo lo demás. No hay invierno, no hay verano, no hay día, no hay noche. Solo aire acondicionado y luces artificiales que borran la noción del tiempo. Los pequeños triunfos ayudan; el robo hormiga, el pago de horas extra no trabajada, incluso sentirse agradecido por una liquidación de sueldo. La voz que propone Camilo Norambuena es absolutamente necesaria. Es una voz que se repite en miles de empleados que están bajo la precarización del trabajo hasta donde la ley lo permite. Hombres y mujeres jóvenes que hacen andar la gran máquina del consumo, del modelo impuesto. Una voz que representa a todos los que hemos dicho alguna vez: “Buenas tardes, soy Camilo y estoy para atenderlo”.

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