Immanuel Kant no es la obra más conocida de su autor, pero sí, desde luego, la más cómica. Todo es en ella anacrónico y disparatado, pero sería un error pensar que se trata sólo de una sucesión de chistes de loros en la cubierta de un transatlántico de lujo que se dirige a Nueva York. Bernhard –como antes sus compatri otas Raimund o Nestroy– sabía ofrecer las cosas más atroces envueltas en carcajadas.En cuant