Esa manera de pensar que conocemos como ciencia es responsable de resultados sorprendentes, de solución de problemas, de creacion de conocimientos y de una mejor vida. Más sin embargo, el tratar de adoptar tal tipo de pensamiento en ocasiones nos lleva a situaciones chuscas, equivocadas, y muchas veces trágicas. En esta serie de relatos se ilustran algunos ejemplos de la tragicomedia que ha resultado del choque entre la ciencia y el pensamiento de los habitantes de la zona conocida como El Paso del Norte. ¿Cómo explicarle a los indios Tano del siglo XVI que los españoles veían a las estrellas para orientarse y no por creerse brujos? ¿Cómo demostrarle a don Juan de Oñate que su idea de viajar orientándose por las estrellas no era tan buena como parecía? ¿Cómo puede entender un neoyorquino que hoy en día hay en el desierto de El Paso del Norte hay gente que come tierra? ¿Cómo convencer a un habitante del desierto que los tanques de combustible espacial no son buenos bebederos para las vacas? ¿Cómo impedir que alguien trate de ganarse unos pesos vendiendo chatarra radiactiva en un deshuesadero de autos? ¿Cómo persuadir a un alto directivo universitario que la medicina cuántica no tiene nada de lo uno ni de lo otro? Como se puede leer en los relatos aquí presentados, en El Paso del Norte —con su mezcla de ideologías, primero indígena y española, y luego mexicana y anglosajona— la aplicación de la ciencia ha tenido sus altibajos muy peculiares. Aunque, como se describe al final, la brega continúa y ha habido avances importantes en el terreno educativo.