Desde Aristóteles, para quien el tiempo es la "medida del movimiento", pasando por San Agustín y su "distensión del espíritu"; E. Kant con el tiempo como forma del sentido interno "en tanto forma pura de la intuición sensible"; Husserl con el tiempo como "forma inmanente de la conciencia" y Bergson con su concepción de la "dureé"; arribamos a Heidegger con su planteamiento sobre la "temporalidad como la condición de posibilidad del ser," conminándonos a sondear los efectos mundanos de haber asumido un tiempo objetivo y homogéneo en su aspecto cosmológico. La materia o tema sobre el que se vuelca esta reflexión es el tiempo, en la medida en que llega a ser concebido como un factor de producción económica y en que esta concepción modifica profundamente el comportamiento humano. Sin ir muy lejos podemos observar al individualismo y sus derivados como el narcisismo, el hedonismo y otros "ismos" que operan como fundamento del modelo económico basado en el crecimiento y desarrollo, con todas sus implicancias en la sociedad como la desagregación y la competencia sin límites. La reflexión que surge es si el sentimiento de opresión que pareciera emerger de la condición, anteriormente descrita, configura una nueva suerte de alienación profundizada, toda vez que en el hombre hay algo que se resiste a la reducción del tiempo como medio o factor productivo y que en rigor termina en la concepción del hombre como "capital humano" en su acepción económica.