Doña Cecilia murió a los 80 años. En el velorio, la familia y demás asistentes la ven despertar en su cuerpo veinteañero. Con todos los recuerdos intactos, ella sigue su vida como si nada hubiera pasado, actuando como la matriarca que fue, aunque para alguien de la edad que ahora aparenta, eso no sea común. También intenta reconstruir los lazos con sus amigas y seres queridos, después de años de estar ausente debido al alzhéimer. Mientras busca cómo reconciliar a la anciana y la joven en ella, Cecilia vuelve a encontrar el amor, así como la oportunidad de redefinir todo lo que creyó cierto en otro tiempo y su rol como mujer. En esta nueva vida, ella se da cuenta de que el destino no está escrito y tan solo ella es dueña del camino que quiere empezar a recorrer.