Es una mujer que libra su batalla en ella. Sus respuestas aparecen y desaparecen como el color agudo de sus propios inciensos. Talla en lo temible y acude a la imprudencia, esa imprudencia de mirar 'lo vivo' con el ojo de la ausencia.No está sola, aunque es una solitaria en movimiento. Arranca pretextos al desorden y ordena lo que fuimos para ser, de alguna forma, de otras formas y distintos. Su decir no discursivo busca un idioma muerto, ese que se apodera de las bajas rutinas y se vuelve instrumento.Letra que logra tocar la memoria y el futuro, el abrazo primitivo. El último. Todo lo que acontece es una infinita salamandra que humea ardorosa como el universo que no siempre vemos.