Estas flores del mal, que con su perfume decadente y sensual, nos enviciaron para siempre con esos versos singulares y mórbidos, de uno de los poetas malditos más brillantes del parnaso poético francés, no han perdido vigencia,como no han perdido vigencia, ni la perderán, la vida disoluta, el vicio, el sexo y la muerte. Han pasado los años, y este clásico de la poesía universal, todavía al leerlo, nos embriaga como si bebiéramos una copa de ajenjo en una vieja taberna del París canalla de otro tiempo. Como si una pipa de opio que solícitamente nos entregan en un oscuro antro donde van los desarraigados de la vida, nos llevara al delirio de absurdos sueños que sólo son sombras irreconocibles. Baudelaire también fue un brillante y lúcido crítico de arte, y el traductor al francés de la obra de ese otro genio incomprendido, Edgar Allan Poe.Recomendado del librero.A mi muy querido y muy venerado maestro y amigo Théophile Gautier. Aunque te ruego que apadrines Las flores del mal, no creas que ande tan descarriado ni que sea tan indigno del título de poeta como para creer que estas flores malsanas merecen tu noble patrocinio. Ya sé que en las etéreas regiones de la verdadera poesía no existe el mal y tampoco el bien, como sé que no es imposible que este mísero diccionario de la melancolía y del crimen justifique las reacciones de la moral, del mismo modo que el blasfemo viene a reafirmar la religión.