Bienvenidos a Francia Presumida, sensual, superior, moderna, irritante, arrogante, entrometida, genial... Francia genera opiniones para todos los gustos. Aunque nunca se haya puesto un pie en suelo francés, el panorama resulta familiar de inmediato: con cada cuadro impresionista, cada película de la nouvelle vague y cada sorbo de champán, una pequeña parte del país galo penetra en el alma. Francia es arte y seducción desde la época romana. Aquí, el viajero puede pasear por los jardines de nenúfares inmortalizados en las obras de Monet; tomarse un café au lait en la cafetería donde Sartre y Simone de Beauvoir se reunían para filosofar; imaginarse la grandeza de los reyes en el palacio de Versalles; admirar el arte del futuro en los nuevos museos del norte; montar en un enorme elefante mecánico en los antiguos astilleros de Nantes; disfrutar con el rap marsellés y el jazz parisino; sentir la mezcla sutil del idioma, la música y la mitología bretona que introdujeron los invasores celtas en el siglo V... En definitiva, el panorama cultural ofrece un catálogo infinito de posibilidades. La variada gastronomía y los vinos del país enamoran a cualquiera, no todo se reduce a los bistrós parisinos, los mercados de abastos y los cruasanes recién hechos de la boulangerie (panadería): cuando uno cata vinos con sumilleres afamados en Burdeos, visita los ostreros de la costa atlántica, toma champán en las viejas bodegas de Reims, se acerca a una finca de melones de Provenza y va al sur para participar en la recolección de la aceituna, el melocotón y la cereza, se da cuenta de que, para los franceses, la comida es un art de vivre (arte de vivir) tan imprescindible como respirar. ¿Y qué decir de los terroirs (regiones) que componen el país? Pues que la diversidad del paisaje es maravillosa. El viaje comienza en los acantilados calcáreos y las dunas de arena del norte, continúa a través de los viñedos verdes del centro y finaliza en el mar azul de la Riviera francesa.