Los Bandidos de rio Frio

Manuel Payno · Porrua

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Reseña del libro

En los bandidos de río frío, después de una larga descripción del ambiente de escenario, y de los antecedentes de los personajes, Payno combina y agrupa alrededor del asunto principal una colección de personajes que había conocido y una serie de incidentes y sucesos de que había tenido noticia o en los que había intervenido personalmente. En este rico y tan variado el cuadro que bien puede decirse que la novela es la pintura de toda una época. Quien haya leído la curiosa y penetrante Vida en México de la señora Calderón de la Barca, todavía tendrá que leer Los bandidos de río de frío para completar el cuadro pintoresco de la vida y las costumbres mexicanas de mediados del siglo XIX, tan finamente trazado por la escritora escocesa. Los bandidos de Río Frío es un producto tardío de la novela de folletín, que principió gloriosamente en 1848 con La hija del judío de Justo Sierra O´Reilly. El folletín había desaparecido como medio popular de difusión literaria unos veinticinco años antes de la aparición de Los bandidos de Río Frío, que en realidad pertenece al periodo que va de El fistol del diablo (1859) a las novelas de temas coloniales de Vicente Riva Palacio, publicadas entre 1868 y 1872, y que también se vendieron por entregas. sorprende que esta narración sea posterior a las novelas de Emilio Rabasa y casi contemporánea de las primeras novelas de Rafael Delgado, que anunciaban ya, tanto en su estilo como en su técnica, una nueva época literaria. La prosa de Payno es, a pesar de sus abundantes mexicanismos, pobre de léxico y poco variada en recursos sintácticos: casi no conoce más medio de aglutinación del párrafo que la conjunción copulativa. Lo que mejor hacía Payno era conversar. Charlas de un tono campechano y familiar eran -según nos cuenta Riva Palacio- sus discursos en el Congreso, y una especie de charla escrita es el tono normal de su estilo. En esto se parece a Luis G. Inclán, el autor de Astucia. Sus mejores páginas son aquellas en las que la experiencia de la narración oral, varias veces repetida, fue acomodando y enriqueciendo las palabras, descubriendo y modulando los efectos. Pero esa misma naturaleza conversable de su estilo le da a su prosa, si no elegancia ni decoro, una cierta fluidez sencilla y amena. Con todos sus defectos, esta obra es de agradable lectura y digna de ser conocida y aun estudiada como reseña fiel de la vida mexicana de otro tiempo, porque son, en realidad, las memorias de Manuel Payno en forma de una novela -como él quería- `` de costumbres, de crímenes y de Horrores ´´.

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