Así como los judíos deben a Moisés sus ideales morales, espirituales y religioso de la vida superior, de igual modo los iranios o parsis están en deuda con Zoroastro; los chinos con Confucio y Lao Tse; los cristianos con Cristo; los budistas con Buda; los árabes con Mahoma; y los hindúes con sus salvadores, entre quienes se destacan Ramakrishna. Cada uno vio a Dios, comulgó con Él, recibió su mensaje, y dirigió a Su pueblo. Los seguidores de uno quizá no reconozcan a los profetas y salvadores de otros credos; quizás no los consideren iguales al suyo propio; o incluso, quizá piensen que el suyo es el único; el máximo de todos... Pero la verdad sigue siendo la misma: ya sea que puedan ver a la Divinidad en los otros profetas o no, aquellos otros son, no obstante, Mensajeros de Dios, pues el Señor del Universo se manifiesta a todas las naciones y en todas las edades, a través de estos Divinos Instrumentos. Con tal idea básica como fundamento de su obra, el Swami Abhedananda realiza un concienzudo estudio de los máximos exponentes religiosos de la tierra, y lo hace con seriedad, con respeto, con inteligencia, y característicamente, con esa humildad tan admirable de los que saben.