Durante los años ochenta, una nueva actividad hace su aparición en las escuelas y después en los colegios, los centros de aprendizaje, los centros cívicos.... Dibujos en blanco y negro que representan estructuras más o menos complejas, pero siempre centradas, se distribuyen entre los niños para que las coloreen. Esta actividad ha sido acogida, de golpe, con entusiasmo tanto por los niños como por los educadores. Sin forzosamente comprender todos los mecanismos que se ponen en marcha durante esta actividad, estos adultos se han dado cuenta rápidamente de que los niños que las habían practicado desarrollaban una concentración más sostenida, propicia a un mejor aprendizaje. Además, mejoraba la cohesión de la clase y -¡Oh maravilla!- desde el principio de la actividad, se instalaba el silencio.