El encuentro fortuito del narrador y una mujer en un bar de Caracas dará pie a una larga conversación que, al recuperar la vida de los otros -la de Eurídice, misteriosamiente desapararecida, la de un revolucionario involucrado en la política de los años sesenta, la de unas prostitutas rusas trabajando en Francia o la de unos imitadores de Daniel Santos ocultándose de los sicarios en un bar- permitirá revisar la historia venezolana desde la era de los caudillos hasta los años finales del siglo XX. De corte detectivesco, Los últimos espectadores del acorazado Potemkin es una novela definida como "intrahistórica"; tal como la teoría cinematográfica de Eisenstein, su trama manifiesta que el sentido depende de la forma en que yuxtaponemos los mismos fragmentos.