Hace veinte años, cuatro científicos soñaron un descubrimiento que acabaría con el hambre en el mundo. EL MANÁ. Hoy el sueño se ha convertido en una pesadilla. Un científico holandés muere al caer por un acantilado en un paraje desierto del norte de Europa. Aparentemente, un accidente. En Helsinki, un científico chileno es asesinado por un chapero. Aparentemente, un crimen de móviles sexuales, pero esa misma noche un grupo de vándalos arrasa sus laboratorios y llena las paredes con pintadas contra los alimentos transgénicos. Unas semanas más tarde, en Berlín, un científico alemán pierde la vida en un atentado contra sus laboratorios, que la policía atribuye a un grupo de radicales antisistema. Aparentemente, una trágica coincidencia. Pero antes de morir ha enviado un misterioso mensaje a su hija, una activista con la que ni siquiera se hablaba. Debe ponerse en contacto con un científico español, precisamente la misma persona que ha sido elegida para ocupar el puesto de director científico que el biólogo holandés ha dejado vacante en una importante compañía del sector biotecnológico. Ese científico español es, además, el cuarto hombre de aquella noche del pasado. Fue el único que no persiguió el sueño, pero ahora vivirá la pesadilla.