Lo propio de la memoria, entonces, no son los hechos pasados que ella trae al recuerdo, sino los significados que hoy día somos capaces de atribuirle a esos hechos. Por eso, no es excesivo decir que la memoria no rescata del olvido hechos desnudos, desprovistos de todo sentido, sino que hace comparecer ante nosotros un mundo, un horizonte de significaciones que los acompañan y que los anima.