Déjame contarte una historia acerca de la guerra de Sebastián Herrera Gajardo –cita a La guerra de los zorros de Richard Siken– es la reconstrucción familiar a partir del silencio, de esa parodia y descripción apócrifa que es la familia, en que los cuerpos no se confrontan y se ovilla la voz para rendir homenaje a la espera y al tedio sin abandonar, a pesar de ese inexorable mutismo, el lenguaje. La voz que se convierte en un pensamiento imagina –recuerda– “una mariposa agitando sus alas sobre la córnea de un niño que intenta ahuyentarla con la mano extirpada”. Cercenados comenzamos a extrañar, sin tocar, el rostro que nos meció mientras desaparecía la infancia en que estuvimos a merced de todo(s). Sebastián Herrera se pregunta “¿cuántas horas son necesarias para que las manos sostengan el peso exacto de un hogar?”. El peso exacto de un hogar es nombrar, repetir, la forma en que traemos las cosas de vuelta en el intento de comprender esa lejanía, indicio y silencio que escucha con el tímpano resquebrajado aquello que fue presagio de nuestras palabras. Hablar, oír, escribir es promesa y envío desde un antes a un tiempo en que recordaremos lo que podría haber sido en este relato en que somos el “cardumen que pierde la carnada”, lo que “aún anida bajo el párpado” –envoltorio del ojo–, en cuyo mar ennegrecido podemos volver al hogar, posar el oído sobre una imagen y escuchar la voz, siempre en duda, que narra esta historia.