La Revolución mexicana se ha convertido, al paso de las décadas, en una de las obsesiones más ricas y complejas de la historiografía del siglo XX. Todas las escuelas y todos los puntos de vista comparecen ante ella. Calificada como transformación social sin precedente o descrita como excéntrica metamorfosis política; conceptualizada como revolución burguesa y como rebelión campesina; definida como construcción a la postre legítima de un Estado moderno o calificada como interrumpida aventura de liberación popular, ese haz de contradicciones, que por convención seguimos llamando Revolución mexicana, es aún fuente inagotable para la historia y el mito.