El 4 de marzo de 1977, horas después de recibir el primer ejemplar de su hoy emblemática novela ¡Qué viva la música!, el caleño Andrés Caicedo se suicidó con sesenta seconales. Tenía 25 años. Escritor precoz y gestor de movimientos culturales fue, por sobre todo, un fanático del cine. Cinéfilo- cinépata- cinéfago, lo llama Alberto Fuguet, quien viajó a Cali para rastrear a la persona tras la figura de culto. Allí, familiares y amigos le facilitaron cartas, diarios, críticas de cine, recortes, apuntes sueltos. Con este material Fuguet «montó-dirigió» Mi cuerpo es una celda, una verdadera autobiografía de Andrés Caicedo, un documental en primera persona donde el propio Caicedo relata todo lo que sentía y pensaba, textos que tal vez quiso dejar para la posteridad y que hoy lo alejan del autor «de libros para jovencitos» y lo transforman en una voz que susurra y grita desde los abismos más intensos de la soledad y la deriva. Esta nueva edición incluye además fotografías inéditas del autor, tomadas poco antes de morir, y que también parecieran ser un legado intencional. A más de treinta años de su muerte, Caicedo se ha convertido en un mito del creador joven atormentado y su obra es cada vez más reconocida en toda América y Europa. En Mi cuerpo es una celda Caicedo cuenta —se desnuda, se abre— y deja ver lo que realmente había detrás de su pelo largo y figura de rockero: un ser frágil, escindido, que apuesta por la literatura y el cine como formas de salvación.