Ay de ti que duermes navegando. Como el pájaro que duerme con los ojos abiertos. Con la imperfecta serenidad de la que irradia perfectamente trastornada. Con las manos tensas y el mentón altivo; los ojos un poco inclinados hacia dentro, un poco de soslayo, un poco a la manera del que mira sin mirar. Con los senos de fuego, altisonantes. Con los poros de la ternura violentada, activos resoplando y los dedos sobre extensiones carnales y perdidas, en pulcritudes domésticas y bárbaras, sobre juegos de azar y de certeza. Con el instante un poco a la deriva, el) el parpadeo de su órgano nupcial. Con el parpadeo fabuloso de la creación que se celebra en la pura filigrana del amor.