Este poema de Verónica Zondek es un soliloquio donde se opta por la oralidad diagramada bajo los patrones de la escritura contemporánea. La manufactura de un verso creado para explorar, de otro modo, una afrenta. El poema se expresa en la voz de un sujeto femenino que reclama su protagonismo: su lugar, su razón, sus negadas posibilidades, más allá del castigo a que la condena el coro autoritario. La idea del amor recíproco, médula del melodrama, es enterrada en este poema, como acompañando a los huesos de un hijo cuya espera no es compartida.