estos “doce” no son aquellos doce ilustres irrepetibles, que llamamos “apóstoles”, escogidos con mimo, uno por uno, por el señor para colocarlos como columnas de nuestra futura iglesia. los “doce” de que habla el autor, son gente elegida también por el señor, pero entre la muchedumbre anónima. su nombre apenas lo sabemos, pero todos cumplen su misión silenciosa que al hacerse ahora poema, nos brinda una lindísima lección.