Palillos chinos es un reflejo curvo de la vida, y en la vida hay un sinfín de personajes que caminan al mismo tiempo, que se mezclan en las calles (en este caso, hablaríamos de las de Madrid, Zaragoza y Huesca), en el supermercado, que respiran tras los muros de las viviendas, que se escriben cartas, correos electrónicos, que se desean, que se aniquilan