La escritura me permitió plasmar lo que estaba viviendo y no era consciente. La escritura me sirvió de vía de escape en mis momentos más bajos. La idea de convertir mi diario en un libro me despertaba la ilusión, la motivación que necesitaba para seguir adelante en un contexto difícil que estaba segura que superaría. Pero, que no dejaba de ser, en cuanto menos, una situación difícil. Tenía una hija recién nacida y un hijo de seis años; un marido autónomo trabajando gran parte del día; un padre que me ayudaba lo que podía y le dejaba; y una madre con fibromialgia que lo daba todo y más, y yo sabía que tendría consecuencias negativas en su salud. Gestionar aquel entorno y dejarme ayudar fue, sin duda, lo más complicado. Me perseguía el sentimiento de culpa: culpa por tener cáncer, culpa por no estar con mis hijos, culpa por cargar con tanto trabajo a mi madre, culpa por no sentirme fuerte o no sonreír todos los días... Y, a pesar de estar rodeada de gente, no me sentía comprendida. Sólo con Itziar hablaba el mismo lenguaje. Con mi testimonio no quiero provocar pena ni tristeza, y tampoco pretendo ser ejemplo de nada ni nadie. Simplemente quiero mostrar mis vivencias en mi lucha contra el linfoma de Hodgkin desde una perspectiva diferente: mujer y madre