Es lo citadino, pero ante todas las vivencias, el romanticismo. Una gata que come flores, un perro ángel, una fortaleza construida al parecer en medio de la nada, por ejemplo, y el asombro por todo esto, la vida no solo de Ricardo sino de nosotros sus lectores, de ustedes sus amigos, de los años 70 y 80, décadas de cierta ingenuidad y pureza a pesar de los conflictos de un mundo vivo, donde estos Pasteles son la esperanza, no todo está perdido... a comernos, digo, a leernos con voracidad esta tríada de Ricardo Infante, a degustar con placer estos Pasteles de yuca, excelente plato literario.